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IMAGEN CREADA CON I.A |
CENSURA MURALISTA
Por
Oscar Henao Giraldo
“El arte no es un espejo para reflejar el mundo,
sino un martillo con el cual golpearlo”. (Vladimir Maiakovski)
Partiendo de la reflexión
anterior, podemos entender a los que
prefieren el color gris producto del martillazo acestado por la expresión multicolor que inunda los muros y coloca su
impronta en las paredes cual testimonio de la memoria colectiva que respresenta
sus luchas, rechaza la violencia y pide justicia para las vicitimas de la
barbarie. Les duele el impacto visual
del arte callejero, el cual, muestra el
lado perverso del sistema y como en el
teatro representa los excesos e inequidades de los gobiernos.
Solo las mentes obtusas pueden
considerar el arte como vehículo de odio, al contrario es sin lugar a dudas la
manifestación autentica que le permite al hombre progresar, unirse y por ende
desarrollarse como especie. Desde las pinturas rupestres hasta el tiempo
presente el hombre ha usado las superficies en piedra, cemento y
otros para narrar historias que dan fe
del discurrir de sus luchas históricas. Querer borrar los
acontecimientos plasmados en estas obras de arte es pretender pasar a blanco y
negro la cosmovisión multicolor de un pueblo multidiverso, pluricultural y
sobre todo generador de inmensa creatividad en momentos de tanta adversidad.
Es importante recordar cómo
nace el muralismo y las razones por las cuales en estos momentos coyunturales se recurre a este medio de expresión cultural para
exigir cambios sociales importantes que permitan mejor calidad de vida para
nuestro país.
“El muralismo fue
un movimiento artístico iniciado en México a principios del siglo XX, creado
por un grupo de pintores intelectuales mexicanos después de la Revolución Mexicana, reforzado por la Gran Depresión y la Primera Guerra
Mundial.1El
deseo por una verdadera transformación aumentó y se comenzaron a hacer demandas
más radicales, que buscaban una revolución social, política y económica”. La
cita anterior nos da pie para hablar de esa explosión artística que viste y da
colorido a esa selva de cemento que amenaza con devorar a sus huéspedes en esos
recónditos lugares donde el grafitismo y el arte muralista visibilizan las
angustias, preocupaciones y sentimientos de un pueblo que sufre la zozobra de los
tiempos modernos y la apatía de los indiferentes.
No
nos extraña que un grupo reducido de ciudadanos entre ellos federico Gutiérrez vean el arte como enemigo y no como esa
alternativa que nos permite canalizar
nuestras frustraciones y a través de él la catarsis que se necesita para
enfrentar momentos de tanta ansiedad en un mundo cada vez más convulso. Borrar
de un brochazo eventos de trascendencia comunitaria, es incentivar aún más el
espíritu creativo y la germinación de nuevas manifestaciones artísticas.
Las
artes siempre serán manifestaciones necesarias
para que las culturas y los
pueblos crezcan y se desarrollen a pesar de sus detractores. Desconocer el arte como medio que educa y a través del cual se expresa un
colectivo, es pensar que la luz del sol
se puede tapar con un dedo. Asi de ese
tamaño es la visión del alcalde de Medellín, quien hoy se declara enemigo
público del arte y pretende borrar la
huella crítica de los colectivos grafiteros y muralistas, quienes desnudan las
injusticias sociales y develan en sus creaciones el ogro que habita los
corazones no empáticos que normalizan las desapariciones forzadas y niegan hechos tan lamentables como el de la
escombrera en la operación orión.